El Parque España, Rosario, posee una dirección bipartita donde el gobierno español tiene parte; también la ciudad. La provincia mira con un solo ojo.
“Chapitas” se les llama, en la jerga política, a los cargos para pagar favores sexuales, políticos, partidarios o simplemente familiares. En el Centro Cultural Parque España hay chapitas para pagar favores de algún tipo.
El problema con “las chapitas” es que no creen en el trabajo, creen en la contraprestación que las ubicó en tales sitios. Es un gracioso premio recibido, no una obligación.
El día 9 de setiembre de 2008, como parte de un programa bastante equívoco en sus objetivos, inconsulto y parcial, en el que se intenta rescatar el año 1968, en Rosario estuvo como disertante invitada la señora Susana Rinaldi.
Siete personas (siete) asistieron a su charla evocando el año 1968 en Argentina y el mundo. Siete. De hecho no me enteré. No fui el único. Una conferencia de la embajadora argentina, de la personalidad de la Unesco, de la Profesora Honoris Causa de varias universidades, de la artista que re-direccionó la lectura e interpretación de las letras del tango, de la Ciudadana ilustre, de la actriz, de la cantante, hubiese llevado un público mayor al sitio mencionado, donde algunas reuniones supuestamente elitistas se comparten entre amigos. En este caso ni eso.
España no pregunta, hace tiempo que España no pregunta nada de lo que pasa en este lugar, que también es suyo y que, de hecho, lleva su nombre y su dinero. España ha abandonado este costado de su representación territorial. Miedo o complicidad. Elija.
Susana Rinaldi, con sólo mencionarla, hubiese llevado más personas a su encuentro. Basta para esto afirmar que, como parte de la Organización de un programa del Ministerio de Innovación y Cultura cerró, a nave llena, un acto en el Monumento Nacional a la Bandera un frío día de este mismo año.
Nadie a su lado el martes. Un sitio tripartito que repartirá culpas del mismo modo que, es evidente, ha repartido “chapitas”.
Nadie será culpable de no mencionar la existencia de “la tana” en Rosario porque, en rigor, nadie es culpable del olvido a la gloria, de la irrespetuosidad a la trayectoria, del me cago en la vida honorable con las que todos “los chapitas” viven de los gobiernos y sus favores nada santos.
Los culpables son quienes dejan la responsabilidad de indagar el pasado y resaltarlo en quienes nada entienden, siquiera, del mínimo deber de informar. Para “las chapitas” el pueblo no necesita saber de qué se trata. A más silencio menos problema, el sueldo se cobra igual. Quienes los nombraron duermen tranquilos. No me explico la razón. O sí.
Me siento profundamente ofendido. Estoy dolorido porque en la ciudad de Rosario, a los 9 días del mes de setiembre de 2008, una personalidad artística, social, política, de la envergadura de Susana Rinaldi haya quedado en manos de “las chapitas”.
El socialismo, como también el peronismo, que tiene lo suyo, deberán revisar sus propuestas culturales. No pueden argüir olvido, amnesia temporaria, nada.
He dicho varias veces que la cultura no es un programa de computación ni una carga de kilogramos por metro cuadrado que se calcula en enero y vale igual en noviembre. No es, tampoco, el coto de caza de una tribu literaria. No es algo que se soluciona sonriendo ante las cámaras con cara de yo no fui. No es una extemporánea relación de alcoba. No es un premio. No es la arbitrariedad de una básica. Nada de eso. Más simple y eterno. Es una construcción colectiva. Es una sudorosa, laboriosa construcción colectiva donde todo es valioso. Aún este alarde de “las chapitas” cagándole la vida a una señora que, más allá de los setenta años, tira para delante es valiosa. Es un buen ejemplo. Susana Rinaldi vino y habló. Siete personas escucharon. Siete.
Las autoridades municipales y las autoridades del Parque España tienen ahora la palabra. Imagino que será de disculpas a la señora.
Ellos deberán explicar “que la vida es algo más que darlo todo por comida”… (Eladia Blázquez, estrenado por la tana, hace mucho tiempo, “Sueño de barrilete”, no sé si recuerdan…)
Raúl Acosta
“Chapitas” se les llama, en la jerga política, a los cargos para pagar favores sexuales, políticos, partidarios o simplemente familiares. En el Centro Cultural Parque España hay chapitas para pagar favores de algún tipo.
El problema con “las chapitas” es que no creen en el trabajo, creen en la contraprestación que las ubicó en tales sitios. Es un gracioso premio recibido, no una obligación.
El día 9 de setiembre de 2008, como parte de un programa bastante equívoco en sus objetivos, inconsulto y parcial, en el que se intenta rescatar el año 1968, en Rosario estuvo como disertante invitada la señora Susana Rinaldi.
Siete personas (siete) asistieron a su charla evocando el año 1968 en Argentina y el mundo. Siete. De hecho no me enteré. No fui el único. Una conferencia de la embajadora argentina, de la personalidad de la Unesco, de la Profesora Honoris Causa de varias universidades, de la artista que re-direccionó la lectura e interpretación de las letras del tango, de la Ciudadana ilustre, de la actriz, de la cantante, hubiese llevado un público mayor al sitio mencionado, donde algunas reuniones supuestamente elitistas se comparten entre amigos. En este caso ni eso.
España no pregunta, hace tiempo que España no pregunta nada de lo que pasa en este lugar, que también es suyo y que, de hecho, lleva su nombre y su dinero. España ha abandonado este costado de su representación territorial. Miedo o complicidad. Elija.
Susana Rinaldi, con sólo mencionarla, hubiese llevado más personas a su encuentro. Basta para esto afirmar que, como parte de la Organización de un programa del Ministerio de Innovación y Cultura cerró, a nave llena, un acto en el Monumento Nacional a la Bandera un frío día de este mismo año.
Nadie a su lado el martes. Un sitio tripartito que repartirá culpas del mismo modo que, es evidente, ha repartido “chapitas”.
Nadie será culpable de no mencionar la existencia de “la tana” en Rosario porque, en rigor, nadie es culpable del olvido a la gloria, de la irrespetuosidad a la trayectoria, del me cago en la vida honorable con las que todos “los chapitas” viven de los gobiernos y sus favores nada santos.
Los culpables son quienes dejan la responsabilidad de indagar el pasado y resaltarlo en quienes nada entienden, siquiera, del mínimo deber de informar. Para “las chapitas” el pueblo no necesita saber de qué se trata. A más silencio menos problema, el sueldo se cobra igual. Quienes los nombraron duermen tranquilos. No me explico la razón. O sí.
Me siento profundamente ofendido. Estoy dolorido porque en la ciudad de Rosario, a los 9 días del mes de setiembre de 2008, una personalidad artística, social, política, de la envergadura de Susana Rinaldi haya quedado en manos de “las chapitas”.
El socialismo, como también el peronismo, que tiene lo suyo, deberán revisar sus propuestas culturales. No pueden argüir olvido, amnesia temporaria, nada.
He dicho varias veces que la cultura no es un programa de computación ni una carga de kilogramos por metro cuadrado que se calcula en enero y vale igual en noviembre. No es, tampoco, el coto de caza de una tribu literaria. No es algo que se soluciona sonriendo ante las cámaras con cara de yo no fui. No es una extemporánea relación de alcoba. No es un premio. No es la arbitrariedad de una básica. Nada de eso. Más simple y eterno. Es una construcción colectiva. Es una sudorosa, laboriosa construcción colectiva donde todo es valioso. Aún este alarde de “las chapitas” cagándole la vida a una señora que, más allá de los setenta años, tira para delante es valiosa. Es un buen ejemplo. Susana Rinaldi vino y habló. Siete personas escucharon. Siete.
Las autoridades municipales y las autoridades del Parque España tienen ahora la palabra. Imagino que será de disculpas a la señora.
Ellos deberán explicar “que la vida es algo más que darlo todo por comida”… (Eladia Blázquez, estrenado por la tana, hace mucho tiempo, “Sueño de barrilete”, no sé si recuerdan…)
Raúl Acosta