lunes, abril 22, 2013

Los argentinos somos así. ¿O no?


Viendo la impresionante solidaridad con las víctimas de las inundaciones, desplegada por todo el pueblo argentino, vino a mi memoria un editorial de TyCP que escribí en octubre de 2002. Aquí lo copio:
No pasa un día sin que escuchemos que alguno se despacha con un comentario del estilo de "Aquí las cosas nunca se van a arreglar porque los argentinos somos vagos, no aceptamos sacrificarnos, no somos unidos, no nos interesa mejorar, etc., etc.".

Es posible, sobre todo si pertenecemos a la clase media, que conozcamos a varios ejemplares que responden a este estereotipo. Hay muchos "chantas", pero están muy lejos de ser la mayoría. Es necesario darse cuenta que existe un machaque permanente de nuestros enemigos, que trata de instalar estas definiciones como verdades, para evitar que nos reconozcamos. Pero la realidad es otra:

1.- En todas partes del mundo existen corruptos y sinvergüenzas. (Véase, por ejemplo, el caso Enron en EEUU). Pero siempre son una minoría. Muchas veces muy poderosa, pero minoría al fin. Porque, pese a lo que nos quieren inculcar, el ser humano no es egoísta por naturaleza.

2.- Si sabemos mirar a nuestro alrededor, encontraremos montones de ejemplos de gente solidaria, que toma en sus manos cuestiones que el gobierno "no puede" resolver, como la alimentación, la salud, la educación. Obreros que hacen funcionar empresas caídas, científicos que llevan adelante investigaciones en las peores condiciones, sin apoyo de ningún tipo, gente que se une y lucha, que no baja los brazos.
Esos son los verdaderos argentinos, y son muchos, son mayoría.

3.- No por casualidad, el tango es nuestra carta de presentación ante el mundo. Sobre todo en su forma bailada, es adoptado con pasión por un número creciente de personas de todos los países. Y no se trata de un entretenimiento de moda. La razón es más profunda: responde a la necesidad de expresar los sentimientos con autenticidad, de estar cerca del otro, de rechazar un mundo frío y vacío. El tango es un reflejo de nuestra idiosincracia, que se brinda generosamente a seres con los cuales, pese a la lejanía, a la diferencia de idiomas, nos unen emociones comunes.

Sería bueno acostumbrarse a rechazar esas generalizaciones que buscan hacernos creer que somos incapaces, de modo que nos entreguemos mansamente a nuestros tutores.

Amigos lectores, los dejo pensando...

¡Gracias!
Ricardo Schoua

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